A finales de los
años ’70 en Argentina, durante el período “de la plata dulce”, denominado así
por un aparente poder adquisitivo y estado de bienestar económico (Mundial de
fútbol incluido…), era normal que entrasen al país artilugios importados de los
más recónditos lugares del mundo.
El “deme dos” se
imponía, y las pilas de latas de galletitas danesas se codeaban con canastos
enormes llenos de paraguas chinos o herramientas.
Era la época en
que Harrod’s nos recibía aún con sus escaleras mecánicas de madera, y los
negocios de la calle Florida cerraban a altas horas de la noche.
Hay dos cosas que
recuerdo especialmente que me hayan comprado en una de esas salidas al centro
de Buenos Aires: los platos de hojalata con “El increíble Hulk”, y el libro
gigante para pintar del “Sorprendente Hombre Araña”.
De los primeros,
no se cuál fue su paradero. Luego de cortar sobre ellos y de los sucesivos
lavados, el óxido se apoderó de ellos.
Del segundo, del
libro gigante, no hace falta acordarse, es un superviviente.
Está impreso en
1977 e ilustrado por el mismísimo John Romita, quien había dado vida al
personaje unos años antes para las tiras del diario.
Viniendo de
Estados Unidos no me extraña que su tamaño sea XXL.
Como si se
tratase de la ampliación proporcionada de un cómic tradicional, ostenta un
tamaño de 420x504mm.
Como libro para
colorear, tal cual fue creado, fracasa a la primera. No hubo estuche de fibras,
marcadores o pinturas que puedan con él. El tono azul característico para el
traje del Hombre Araña duraba un suspiro. Se agotaba al llegar a la mitad del
personaje devorado por la porosidad del papel y las dimensiones de infarto.
Por otra parte,
como respeta la estructura narrativa de los orígenes del personaje, hay páginas
enteras completamente estériles dedicadas a Peter Parker. Páginas demasiado
aburridas para dedicarles tiempo coloreándolas. Ni los ensayos con acuarelas y
témperas fueron la solución para ellas.
Hoy agradezco que
haya sido así, y lo haya abandonado antes de acabarlo, ya que puede verse prácticamente
en el estado como fue comprado. Aunque
sus páginas muestren un tono amarillento que no era el original, no deja de ser
un objeto curioso que valió la pena conservar por un motivo distinto al que fue
concebido.